Seriamos nosotros capaces de seleccionar 99 fotografías que nos hayan conmovido? (Cristina)
Estamos
conformados por nuestras vivencias. Somos lo que somos por lo que
hemos vivido, por todo aquello que se aloja en nuestra memoria.
También por lo que se esconde en nuestro inconsciente. Nuestro
bagaje vital procede, en gran medida, de lo que hemos experimentado
en primera persona y del relato oral de quienes nos rodean.
Pero
también somos los mensajes elaborados por otros seres humanos a los
que, seguramente, nunca conoceremos en persona.
Allí están,
próximos, casi íntimos, aunque objetivamente distantes, en la
lejanía de los kilómetros y los años, cuando no de los siglos.
Somos
lo que vivimos, pero también la literatura, la música, el cine o el
arte al que hemos dedicado interés y una parte de nuestro tiempo.
Los discursos creativos ajenos nos sirven de cemento, con ellos
pegamos los ladrillos vivenciales que conforman el muro de nuestra
existencia.
La
fotografía, como medio expresivo, no es excepción a la norma. Para
mí, que comencé a apasionarme por las fotos a los 13 años, las
instantáneas de Edward Weston, Robert Frank o Nan Goldin, por poner
sólo tres autores, son importantes más allá del placer estético o
la necesidad informativa. Las he hecho mías, me han ayudado a
resolver dudas, también me han conferido ánimo en momentos
difíciles. En ocasiones me han provocado desazón, ya que me han
respondido a cuestiones con otra preguntas; incluso me han revelado
cosas que no quería aceptar. Pero eso forma parte del juego.
Es
imposible reducir a un número todas las fotos y autores que me han
conmovido a lo largo de los años. Lo dejaremos en 99 (una foto y
sólo una por cada autor) de todos los géneros y épocas de un medio
que comenzó su andadura hace ya 175 años.
Es
obvio que se trata de una selección no sólo incompleta, sino
también perfectamente subjetiva. Basta un rápido repaso de las
seleccionadas para adivinar mis filias y mis fobias. En mi caso es
patente la atracción por la fotografía documental del siglo XX
europea y norteamericana; el gusto por la fotografía callejera, la
mirada humanista; también el diario íntimo fotográfico.
Otro
buen indicativo de mi particular labor recolectora es reparar en la
fecha en que descubrí cada una de las fotografías: la mayoría de
las imágenes comentadas entraron en mi vida durante mi periodo
formacional, es decir, antes de cumplir 25 años. Durante los
veinticinco siguientes sólo he ido ampliando la base, incorporando
autores e imágenes "consonantes" con mi primer cuarto de
siglo. Además, casi todas ellas las conocí a través de
exposiciones y foto-libros. Tengo la impresión que se adhieren mejor
a la memoria que si se ven en la pantalla de un ordenador.
La
mía es una selección personal perfectamente extrapolable a la
experiencia de muchas personas. Habla de mí, pero eso sólo es una
anécdota: podrían hablar de cualquier aficionado a la fotografía.
Es un acto exhibicionista, en tanto que se relatan acontecimientos y
hechos fundamentales de mi pasado; pero también se trata de un
ejercicio de pudor, ya que me "escondo" tras imágenes
ajenas de autores que admiro.
Esta
selección también es un caso flagrante de apropiación, puesto que
decoro mi existencia con el fruto del talento y del trabajo de los
fotógrafos que las hicieron. Incluso me permito un ejercicio de
latrocinio añadido, ya que casi todos los títulos que aparecen son
invenciones mías. Como pliego de descargo argumentaré que el robo
no responde a una voluntad de servirme del prestigio ajeno, sino a
una debilidad: afirmarme como persona.
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